El mundo actual, es obvio decirlo, se ha vuelto complejo e incierto. No es casual que el pensamiento de la complejidad haya surgido en nuestro tiempo para intentar comprender las relaciones entre las diversas esferas que componen la vida desde una perspectiva sistémica y contextual. Esa complejidad no es solo una percepción, es una realidad cuyo origen radica en el ingente volumen de información y conocimiento que se genera a diario a través de los distintos y variados medios de comunicación, tanto generales como especializados. Como afirma Ulrick Beck en su libro La metamorfosis del mundo, «una afirmación en la que la mayoría de la gente coincide, más allá de cualquier antagonismo [...], es la siguiente: "Ya no comprendo el mundo".»
El convencimiento de que a veces es preciso leer libros de un cierto calado y ambición, no necesariamente extensos, para desentrañar los largos y enmarañados hilos de la trama humana nos ha decidido a seleccionar y recomendar una serie de obras —con la vista puesta en los largos días de verano— cuya finalidad es, precisamente, ayudarnos a comprender la encrucijada actual en que nos encontramos. Advertimos que nuestra selección está formada por un puñado de libros que pertenecen a disciplinas humanísticas y ciencias sociales como la historia, la política o la economía, y deja de lado el extenso ámbito de la divulgación científica y tecnológica, que por sí solo justificaría una entrada aparte en este blog.
1. Profesor emérito de la Universidad Pompeu Fabra, Josep Fontana es uno de los historiadores españoles actuales más prestigiosos. Aunque conocido fundamentalmente por su libro Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945 (2011), una obra de referencia para entender los acontecimientos históricos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, a lo largo de su trayectoria profesional ha publicado más de quince títulos. El que aquí recomendamos, El futuro es un país extraño: una reflexión sobre la crisis social de comienzos del siglo XXI (2013), puede concebirse, en cierto modo, como una prolongación o epílogo de aquella obra, según ha declarado el propio Fontana (véase la entrevista concedida a La 2 de TVE con motivo de la publicación de El futuro es un país extraño: Josep Fontana, historiador).
El libro describe y analiza, como apunta su subtítulo, las múltiples consecuencias de la crisis económica y social que tuvo su epicentro en 2008 en Estados Unidos y cuya onda expansiva llegó a los países de la Unión Europea en 2010. Con el objetivo de comprender mejor la situación actual, el análisis de Fontana amplía la reducida perspectiva desde la que contemplamos la reciente crisis económica, situando sus orígenes a comienzos de la década de 1970, cuando se interrumpe una línea de mejora continua de los niveles de vida del conjunto de la población.
El primer capítulo analiza esas consecuencias en Estados Unidos y en Europa, y señala el objetivo encubierto de las políticas de austeridad establecidas en el continente. Fontana afirma algo que ya sabemos, pero que hace cinco años no era tan evidente: la finalidad de tales políticas «es debilitar el movimiento obrero como parte de una estrategia a largo plazo para desmantelar el estado del bienestar». El segundo capítulo describe el «mundo de pobreza y conflicto» que ha dejado como herencia el progresivo aumento de las desigualdades (entre países y entre personas de un mismo país) que viene produciéndose desde la década de 1970, salvo en países como China, donde, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos y en Europa, están aumentando las clases medias.
Después de otro capítulo dedicado a las guerras contra «el eje del mal» y a los nuevos y preocupantes estilos de guerra, el libro se cierra con una reflexión sobre la crisis del capitalismo. En las últimas líneas el autor nos lanza una advertencia que constituye tanto la consecuencia lógica del análisis realizado como una crítica a la interpretación de la historia como progreso continuo e inevitable. (La idea de «extrañeza» contenida en el título del libro, variación del título de la conocida obra de David Lowenthal, El pasado es un país extraño, pretende cuestionar precisamente esa interpretación de la historia). La advertencia es la siguiente: «el de comienzos del siglo XXI es un mundo con muchas frustraciones y mucho rencor acumulados», la capacidad de tolerar el sufrimiento no es ilimitada y la tarea más necesaria «es la de inventar un mundo nuevo que pueda reemplazar al actual, que tiene sus horas contadas».
2. Loretta Napoleoni es una economista, periodista y analista política nacida en Roma, experta en la financiación del terrorismo y del crimen organizado, como podrá comprobarse si leemos las estremecedoras páginas de Economía canalla: la nueva realidad del capitalismo (2008), un libro que se lee casi como una novela. Su hilo conductor puede resumirse del siguiente modo: tras la caída del muro de Berlín el ámbito de la economía mundial —impulsada por el triunfo de la ideología capitalista y la consecuente liberalización de los mercados— se ha impuesto a la acción política y campa a sus anchas por nuestro feliz mundo globalizado. Esta es una de las ideas que vertebran el libro de Napoleoni: la preponderancia del ámbito económico sobre el político. (Para Immanuel Wallerstein esta preponderancia se debe al al distinto radio de acción de ambas esferas y constituye una característica de lo que llamó «economía-mundo capitalista» (El moderno sistema mundial II).
Pero ¿de qué economía habla Napoleoni? Sin obviar los excesos de la economía financiera —que en el año de publicación del libro (2008) ya habían salido a la luz pública con la quiebra de Lehman Brothers—, la autora se centra en el lado oscuro del capitalismo con la finalidad de hacerlo visible. Ese lado se manifiesta en el gigantesco volumen de negocio que actualmente manejan el crimen organizado, la mafias y el terrorismo internacionales, una ingente cantidad de dinero y recursos que escapan al control de los estados nacionales gracias a los mecanismos de evasión de capitales y a la existencia de paraísos fiscales. Se trata de economías del terror que unos desconocen y otros prefieren ignorar porque se apoyan en los flujos incontrolables del capital global. Los paraísos fiscales y la evasión de impuestos son, según la autora, uno de los más graves problemas a los que se enfrentan los gobiernos, causa directa del mantenimiento en la sombra del dinero negro y del incremento de las desigualdades sociales.
La autora ofrece datos escalofriantes sobre el mundo en que vivimos. Datos sobre las mafias que operan a escala internacional y colaboran con cárteles de la droga y con grupos terroristas gracias a Internet, sobre el auge del comercio sexual en Europa debido a la afluencia de mujeres de los países del antiguo bloque del este hacia los países del oeste tras la caída del Muro, sobre la esclavitud a que se ven sometidas masas ingentes de personas en muchas partes del mundo (sobre todo en África), sobre el mercado Matrix y su potente opio, que nos sume en el placentero olvido de la sangre que sirve para producir muchos de los productos que compramos. Esta es, en esencia, la economía canalla descrita por Napoleoni.
La amenaza de este estado de cosas es el probable triunfo del Estado-Mercado, dada la envergadura de esa economía, la presión de aquellos que Napoleoni llama los «bandidos de la globalización» y el avance de la corrupción política. Tras acabar este libro uno tiene la sensación de que ese mundo oculto, oscuro y brutal no se opone al mundo luminoso o lleno de claroscuros en el que vivimos, sino de que ambos están ligados y, en cierto modo, son interdependientes.
3. Nuestra siguiente recomendación es un relato apasionante de la historia del ascenso de nuestra especie: Sapiens, de animales a dioses: una breve historia de la humanidad (2015). Su autor, Yuval Noah Harari, historiador y escritor israelí, profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén, se propuso responder en este libro —que pertenece al género de la macrohistoria— a la pregunta sobre las causas del desarrollo y del éxito de la especie humana que nos han convertido en señores del mundo. Esta ambiciosa obra se atreve incluso a aventurar, en su capítulo final, el panorama futuro que nos aguarda.
Sapiens se sumerge en las grandes corrientes de la historia de la humanidad, centrándose en los hitos fundamentales que jalonan su desarrollo. A lo largo de esa historia se han producido, según el autor, tres grandes revoluciones: la revolución cognitiva, la agrícola y la científica. La cognitiva se produjo aproximadamente hace unos 70.000 años, gracias al surgimiento de lo Harari llama «lenguaje ficticio». ¿Cuál fue la causa de semejante revolución? El autor apunta la teoría ampliamente compartida de que «mutaciones genéticas accidentales cambiaron las conexiones internas del cerebro de los sapiens, lo que les permitió pensar de maneras sin precedentes y comunicarse utilizando un tipo de lenguaje totalmente nuevo.» Harari considera este momento crucial, por marcar el paso del instinto a la razón.
Hace unos 12.000 años se producía la revolución agrícola, conocida usualmente como revolución neolítica. Es la época que verifica el paso del nomadismo al sedentarismo, de las sociedades de cazadores-recolectores a las sociedades de agricultores y pastores: el hombre comienza a domesticar animales y plantas y se levantan los primeros asentamientos permanentes. Se produce entonces un cambio fundamental en el estilo de vida del ser humano, que vive ahora en el seno de protociudades con un mayor nivel de jerarquización social.
Sapiens se sumerge en las grandes corrientes de la historia de la humanidad, centrándose en los hitos fundamentales que jalonan su desarrollo. A lo largo de esa historia se han producido, según el autor, tres grandes revoluciones: la revolución cognitiva, la agrícola y la científica. La cognitiva se produjo aproximadamente hace unos 70.000 años, gracias al surgimiento de lo Harari llama «lenguaje ficticio». ¿Cuál fue la causa de semejante revolución? El autor apunta la teoría ampliamente compartida de que «mutaciones genéticas accidentales cambiaron las conexiones internas del cerebro de los sapiens, lo que les permitió pensar de maneras sin precedentes y comunicarse utilizando un tipo de lenguaje totalmente nuevo.» Harari considera este momento crucial, por marcar el paso del instinto a la razón.
Hace unos 12.000 años se producía la revolución agrícola, conocida usualmente como revolución neolítica. Es la época que verifica el paso del nomadismo al sedentarismo, de las sociedades de cazadores-recolectores a las sociedades de agricultores y pastores: el hombre comienza a domesticar animales y plantas y se levantan los primeros asentamientos permanentes. Se produce entonces un cambio fundamental en el estilo de vida del ser humano, que vive ahora en el seno de protociudades con un mayor nivel de jerarquización social.
Harari sitúa hace unos 500 años el comienzo de la revolución científica. Los europeos conquistan entonces los océanos, y con ellos América y Asia. Es la era de los grandes descubrimientos, de los comienzos de la ciencia moderna, de los grandes imperios mundiales y la primera globalización. Y es el momento de la historia en que la humanidad admite su ignorancia y adquiere, al mismo tiempo, un poder sin precedentes. Sin embargo, este poder sobre el entorno trae consigo, según el autor, una serie de limitaciones, pues conlleva el deterioro climático y del medio ambiente, así como la despreocupación por la felicidad cotidiana de millones de individuos.
Podríamos decir que Sapiens constituye una gran síntesis histórica, pero engañaremos al lector si afirmamos que estamos ante un libro de historia al uso. Las interpretaciones que realiza Harari superan la perspectiva del trabajo tradicional de un historiador, convirtiendo este libro en la obra de un pensador. Su lectura es útil e interesante porque analiza la historia con el gran angular que le proporcionan los más recientes hallazgos de la biología, la paleontología o la economía, una perspectiva que abarca tanto los hechos como sus repercusiones en el ser humano. Como es lógico en este tipo de obras, es posible encontrar en ella muchas simplificaciones (las críticas han venido principalmente por ahí). Sin embargo, también hay que valorar la audacia del esfuerzo que supone intentar escribir un compendio de la historia de la humanidad desde sus orígenes hasta el presente.
4. «El que diga que entiende Oriente Medio es que se lo han explicado mal», dice el veterano periodista Tomás Alcoverro. En efecto, cualquiera que haya intentado comprender el origen y situación de los conflictos que sacuden esa zona del planeta desde hace generaciones, estará abocado al fracaso o encontrará, cuando menos, muchas dificultades. Pensar solamente en la cantidad de agentes y factores implicados en el conflicto actual de Siria causa, como mínimo, estupor. Nos atrevemos, sin embargo, a recomendar un libro cuyo centro de reflexión, inextricablemente unido a la violencia en Oriente Medio, nos preocupa a todos actualmente: el Estado Islámico o Dáesh. El libro, escrito por el periodista salmantino Javier Martín, delegado de la Agencia EFE en el Norte de África y uno de los corresponsales con mayor experiencia en Oriente Medio, tiene el significativo título Estado Islámico: geopolítica del caos (2015).
Uno de los objetivos de este libro es enmendar los «equívocos» y «mitos» difundidos por los medios de comunicación occidentales. Uno de esos equívocos consiste en definir al Estado Islámico (EI) como movimiento o grupo terrorista. De hecho, los medios occidentales consideran que llamarlo Estado e Islámico es un halago inmerecido y obsceno, y prefieren denominarlo Daesh. Por el contrario, Javier Martín afirma —apoyándose en análisis de expertos y en su propia experiencia— que el EI es «un proto-estado islámico con rasgos de totalitarismo y vicios de ultraderecha, capaz de autofinanciarse con métodos mafiosos, que gestiona un amplio tejido social y se sostiene en una estructura militar que aúna con eficacia estructuras de ejército regular, tácticas de guerrilla, herramientas de Inteligencia y recursos terroristas.» Para combatir de modo efectivo al EI debemos, por tanto, entenderlo como una amenaza mayor que la que supone una simple organización terrorista.
Bajo el férreo mando del autoproclamado califa Abu Bakr al Bagdadi la organización política se divide en dos primeros ministros: uno para Irak y otro para Siria, ambos exoficiales del Ejército de Sadam Husein. Y bajo el mando de estos, tres comandantes militares y cinco ministros civiles, encargados de las Finanzas, las Comunicaciones, la Administración Civil, la Sanidad y la Educación. Un clérigo administra un sistema judicial brutal, basado en la aplicación estricta del wahabismo, la ideología política-religiosa que rige la vida en Arabia Saudí y que lleva años en el punto de mira por constituir el fermento ideológico del terrorismo yihadista.
Bajo el férreo mando del autoproclamado califa Abu Bakr al Bagdadi la organización política se divide en dos primeros ministros: uno para Irak y otro para Siria, ambos exoficiales del Ejército de Sadam Husein. Y bajo el mando de estos, tres comandantes militares y cinco ministros civiles, encargados de las Finanzas, las Comunicaciones, la Administración Civil, la Sanidad y la Educación. Un clérigo administra un sistema judicial brutal, basado en la aplicación estricta del wahabismo, la ideología política-religiosa que rige la vida en Arabia Saudí y que lleva años en el punto de mira por constituir el fermento ideológico del terrorismo yihadista.
El objetivo del EI es crear en Irak «una nación musulmana suní que sirva de lanzadera para la nueva comunidad mundial de creyentes o Umma», así como abolir las fronteras que las potencias coloniales trazaron a partir del Acuerdo Sykes-Picot de 1916 (sobre este asunto puede verse el segundo episodio del interesante documental La caída del Imperio otomano, emitido por La 2 de RTVE). A diferencia de otros grupos yihadistas como Al-Qaeda o el Frente Al-Nusra, la estrategia del EI se centra en actuar como un estado, manteniendo los territorios que ocupa y cubriendo las necesidades básicas de unas poblaciones locales olvidadas por el régimen chií de Bagdad. Este es uno de los factores clave para entender su expansión: «el Estado Islámico disfruta de un amplio respaldo popular», afirma el autor, porque ofrece servicios sociales básicos que las dictaduras árabe-musulmanas han negado a sus ciudadanos, servicios sociales que hacen que las poblaciones suníes «acepten mejor la imposición de normas duras».
Pero ¿cuál es el origen de este movimiento radical? Muchos lo remontan al año 1999, cuando sale de la cárcel Abu Musab al Zarqaui, miembro destacado de varios grupos radicales, que tras el «error absoluto» que supuso la «ilegal, chapucera y vengativa» invasión de Irak en 2003 llevada a cabo por la administración republicana de George W. Bush, supo sacar partido del caos y el desgobierno resultantes aglutinando bajo su mando los movimientos insurgentes que brotaron en muchas regiones y ciudades suníes. Este sería el caldo de cultivo en el que crecería después el Estado Islámico. A este factor externo hay que sumar la «crisis de identidad» en la que está sumido el mundo islámico desde el comienzo de la presente década, motivada en gran medida por la falta de oportunidades de muchos jóvenes musulmanes. Tal vez la existencia misma del EI no sea —como dice con melancolía una de las personas entrevistas por Javier Martín—«más que el reflejo monstruoso de la desigualdad y la desesperanza.»
Desde la publicación del libro de Javier Martín han pasado muchas cosas. El EI ha ido perdido terreno y recientemente ha sido expulsado de Mosul por las tropas irakíes, la ciudad donde Al Bagdadi proclamó el califato en junio de 2014. Pero aunque el ISIS pueda estar en retroceso, la amenaza del terrorismo yihadista no ha disminuido. Sobre este tema queremos recomendar dos obras más que tal vez arrojen luz sobre un fenómeno que, desgraciadamente, se ha convertido en uno de los rasgos que definen nuestra época: La guerra sin fin: el terrorismo en el siglo XXI, de Walter Laqueur; y el breve ensayo de Hans Magnus Enzensberger, El perderdor radical.
5. Terminamos nuestra selección recomendando uno de los ensayos más lúcidos que se han escrito en los últimos años: Algo va mal (2010), obra póstuma del historiador británico Tony Judt, fallecido el mismo año de su publicación, cuando se encontraba en la cima de su carrera profesional, y autor de una obra también indispensable —como la de Fontana— para entender la segunda mitad del siglo XX: Postguerra: una historia de Europa desde 1945.
El propósito de Judt al escribir Algo va mal era doble: por un lado, defender los aspectos positivos del estado del bienestar y responder así a los críticos que afirman que es un sistema demasiado caro; por otro, recuperar los valores de la socialdemocracia europea frente al modelo anglosajón. Pero no es, como tal vez pudiera pensarse, una obra escrita para lectores europeos, sino «para los jóvenes a ambos lados del atlántico», ya que Judt pretende poner en tela de juicio las ideas convencionales mantenidas en ambos lados y «sugerir que el gobierno puede desempeñar un papel mayor en nuestras vidas sin amenazar nuestras libertades».
El propósito de Judt al escribir Algo va mal era doble: por un lado, defender los aspectos positivos del estado del bienestar y responder así a los críticos que afirman que es un sistema demasiado caro; por otro, recuperar los valores de la socialdemocracia europea frente al modelo anglosajón. Pero no es, como tal vez pudiera pensarse, una obra escrita para lectores europeos, sino «para los jóvenes a ambos lados del atlántico», ya que Judt pretende poner en tela de juicio las ideas convencionales mantenidas en ambos lados y «sugerir que el gobierno puede desempeñar un papel mayor en nuestras vidas sin amenazar nuestras libertades».
Uno de los rasgos que distinguen a Algo va mal es el tono peculiar que atraviesa sus páginas. Este tono es, en parte, el de una persona que constata con tristeza «lo que hemos perdido». No otro es el título del segundo capítulo, que explica y analiza las causas del llamado consenso keynesiano que se produjo tras la Segunda Guerra Mundial, los enormes beneficios de los programas sociales impulsados por los gobiernos socialdemócratas —«el mayor progreso que la historia ha visto hasta el momento», afirma Tony Judt citando a Dahrendorf— y las actitudes que hicieron posible tal progreso: la existencia de fines comunes, el sentimiento de comunidad y la confianza mutua. Según Judt, y es difícil estar en desacuerdo con él, «la asombrosa estabilidad de las sociedades continentales, que habían experimentado episodios sangrientos y de guerra civil apenas unos años antes, arroja una luz favorable sobre el modelo europeo.»
El siguiente capítulo, «La insoportable levedad de la política», se centra en los cambios sociales acaecidos en la década de 1960 (individualismo frente a colectivismo, multiculturalismo, obsesión por la identidad, relativismo moral, etc.) y que el autor califica de «legado irónico», ya que tales cambios soplaban a favor de la nueva derecha que estaba surgiendo y que iba a constituir el germen de las políticas neoliberales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan en la década de 1980; políticas cuya idea fija, la privatización de servicios y espacios públicos, desembocaría finalmente en el déficit democrático que caracteriza a nuestras sociedades actuales. El análisis de la década de 1960 es muy somero, pero debe tenerse en cuenta que el objetivo de Judt no era realizar un análisis histórico profundo, sino escribir un ensayo que iba a convertirse en su testamento intelectual y moral.
Una de las ideas clave de ese testamento —más allá del rechazo del neoliberalismo— permite comprender la razón de la actitud crítica de Judt respecto a las reivindicaciones de los años 60 centradas en el individuo: el sentimiento de comunidad, la confianza mutua y las experiencias comunes que se desplegaron en el ámbito de lo público en las décadas anteriores constituyen, para el historiador, la herencia más importante de la segunda mitad del siglo XX, y su olvido o abandono, que lleva aparejado la dificultad «para comprender qué tenemos en común con los demás», conduce de forma inevitable a la atomización social y la desmovilización política.
Siguiendo un hilo hilo cronológico claro, Judt avanza en su reflexión para afirmar que el derrumbe del comunismo supuso algo más que la caída de un grupo de estados y de un dogma político. Supuso también el declive de la socialdemocracia europea. Sus palabras son reveladoras: «para la izquierda, la falta de una narración apuntalada en la historia deja un espacio vacío. Todo lo queda es política: la política del interés, la política de la envidia, la política de la reelección. Sin idealismo, la política se reduce a una forma de contabilidad social, a la administración cotidiana de personas y cosas.» Para el autor, sin embargo, la herencia de la socialdemocracia conserva toda su vigencia en un mundo en el que los estados nacionales todavía tienen mucho que decir frente a los dogmas del mercado libre.
Judt defiende, frente al panorama esbozado, la necesidad de instaurar una nueva «narración moral» basada en la reapertura de la cuestión social y en un lenguaje de fines y no de medios que sea capaz de renovar nuestra conversación pública, alojar posturas disconformes y críticas con respecto a los mitos de la retórica política y económica, para poder enfrentar, así, el reto de reducir la desigualdad, piedra de toque implícita en el discurso del autor.
Invitamos a nuestros lectores a enriquecer o criticar esta brevísima lista, comentando los libros seleccionados o añadiendo otros títulos que considere importantes para comprender mejor el mundo en que vivimos. Pueden ver estas y otras recomendaciones de lectura en nuestro tablero de Pinterest El libro de verano, al que pueden añadir las sugerencias que desean.
Les deseamos un feliz verano. ¡No olviden pasar por nuestras instalaciones para llevarse en préstamo libros para estas vacaciones!
Judt defiende, frente al panorama esbozado, la necesidad de instaurar una nueva «narración moral» basada en la reapertura de la cuestión social y en un lenguaje de fines y no de medios que sea capaz de renovar nuestra conversación pública, alojar posturas disconformes y críticas con respecto a los mitos de la retórica política y económica, para poder enfrentar, así, el reto de reducir la desigualdad, piedra de toque implícita en el discurso del autor.
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