La revolución rusa fue, en palabras de Orlando Figes, «uno los acontecimientos mayores de la historia del mundo», sobre todo si medimos su magnitud y alcance por los efectos que produjo. Dentro del proceso histórico general de cambio, crisis y transformación que comprende la Gran Guerra, el periodo de entreguerras que E. H. Carr denominó La crisis de los veinte años (1919-1939), y la Segunda Guerra Mundial, constituye uno de los hitos fundamentales que definieron el devenir del siglo pasado y dejaron una marca indeleble en la conciencia y el alma de los hombres y mujeres de aquel tiempo. Una marca que no ha desaparecido aún de nuestro presente.
En estos días en que se conmemoran los 100 años de la revolución rusa y los medios de comunicación publican tantas imágenes de Lenin y del zar Nicolás II, quizás nos apetezca leer más sobre este hecho histórico tan complejo. Por esta razón recomendamos hoy tres libros sobre la revolución de 1917. Dos de ellos han visto la luz este año con motivo de la efeméride y constituyen sendas síntesis históricas (las de Julián Casanova y Mira Milosevich), el tercero es un libro ya clásico escrito por uno de los grandes conocedores de la revolución rusa (Orlando Figes).
A quien busque un ensayo histórico de lectura amena y no muy extensa le podrá interesar La venganza de los siervos: Rusia 1917 (Crítica, 2017) de Julián Casanova (Teruel, 1956), catedrático de historia contemporánea de la Universidad de Zaragoza. La síntesis que ofrece el profesor Casanova en su libro es admirable. Su interés principal consiste en mostrar la revolución bolchevique en el conjunto de las revueltas que habían tenido lugar en los meses y años precedentes. Como subraya el autor haciéndose eco de la tendencia principal en la historiografía reciente, los acontecimientos ocurridos en Rusia en el periodo que va de 1914 a 1921 pueden considerarse «un proceso de crisis constante». A este respecto Casanova afirma que «no hubo solo una revolución, sino múltiples revoluciones, política, social, cultural, de género»; más aún, lo que hubo fue un «caleidoscopio de revoluciones».
En ese proceso de crisis el historiador subraya algunos hechos decisivos para el desencadenamiento de la Revolución de 1917: la entrada de Rusia en la Primera Guerra Mundial, la incompetencia de Nicolás II para comprender la situación del pueblo ruso y la quiebra de la autoridad del zar y del estamento militar. Casanova acude a las fuentes anglófonas más reputadas (Rex A. Wade, Richard Pipes, Orlando Figes, etc.) para ofrecer al lector en español una visión general sin olvidar centrarse en los personajes. En la Web está disponible el audio de una interesante entrevista concedida por el autor a Periodistadigital: Julián Casanova: la revolución rusa fueron múltiples revoluciones juntas, en el que este cuestiona algunas ideas preconcebidas de la revolución.
En ese proceso de crisis el historiador subraya algunos hechos decisivos para el desencadenamiento de la Revolución de 1917: la entrada de Rusia en la Primera Guerra Mundial, la incompetencia de Nicolás II para comprender la situación del pueblo ruso y la quiebra de la autoridad del zar y del estamento militar. Casanova acude a las fuentes anglófonas más reputadas (Rex A. Wade, Richard Pipes, Orlando Figes, etc.) para ofrecer al lector en español una visión general sin olvidar centrarse en los personajes. En la Web está disponible el audio de una interesante entrevista concedida por el autor a Periodistadigital: Julián Casanova: la revolución rusa fueron múltiples revoluciones juntas, en el que este cuestiona algunas ideas preconcebidas de la revolución.
Por su parte, en su Breve historia de la revolución rusa (Galaxia Gutenberg, 2017), Mira Milosevich sí que acude directamente a fuentes rusas. La autora es licenciada en Sociología y Ciencias Políticas por la Universidad de Belgrado, y su área de investigación comprende Rusia, Eurasia, Europa del Este y los Balcanes. Milosevich nos ofrece un examen de la Revolución de 1917 que se propone responder a cinco preguntas: 1) cómo y por qué estalló la Revolución; 2) cómo los bolcheviques llegaron al poder y establecieron su régimen; 3) cómo y por qué este régimen evolucionó hacia formas extremas de totalitarismo; 4) cómo el sistema soviético perduró durante sesenta y nueve años; y 5) por qué colapsó y qué tipo de sistema político y económico ha emergido de las ruinas de la URSS.
Un aspecto singulariza este libro y lo distingue de los demás estudios de la revolución rusa que se han publicado este año: Milosevich analiza la Revolución «como un ciclo y no como un único hecho histórico», y señala en el prólogo las razones que avalan la adopción de tal enfoque temporal. Entre ellas destaca la peculiar naturaleza del actual régimen ruso, cuya mezcla de los modelos autocráticos zarista y comunista muestra que «el ciclo revolucionario todavía no ha concluido». Esta es la tesis principal de su libro, también admirablemente conciso y breve. Si la síntesis de Casanova se detiene en el periodo de la guerra civil, la de Milosevich avanza más allá para comprender el socialismo estalinista, la decadencia y colapso del imperio y el proceso actual de «reimperialización» (estrategia que pretende, en palabras de la autora, «recuperar el estatuto de Rusia como gran potencia y a mantener las “zonas de influencia” en las antiguas repúblicas soviéticas») como parte de un ciclo de cien años inaugurado en 1917.
Quien se atreva a leer un libro mucho más extenso puede hacerse con la obra del erudito Orlando Figes (Londres, 1959), La revolución rusa 1891-1924: la tragedia de un pueblo (Edhasa, 2010). Historiador británico nacionalizado alemán, Figes es uno de los mayores expertos en la historia de la revolución rusa y de la Unión Soviética, así como en la historia cultural rusa —ahí está su magnífico ensayo El baile de Natacha (Edhasa, 2006) para demostrarlo. La revolución rusa 1891-1924, que cosechó en su día varios premios internacionales, comienza con un análisis de la Rusia de los Romanov y de sus inestables pilares, se extiende después en el estudio de la «crisis de la autoridad (1891-1917)», para luego centrarse en el proceso revolucionario (febrero de 1917-marzo de 1918). El libro termina en 1924, el año de la muerte de Lenin.
Entre los numerosos valores que este libro nos ofrece, uno especialmente significativo es el recurso al esbozo biográfico de personajes anónimos o poco conocidos que se convierten en emblemas de una situación o encrucijada general. La historia social es, de hecho, el terreno en el que se inserta el estudio del autor, que descansa sobre la tesis de que «el fracaso democrático de Rusia estaba profundamente enraizado en su cultura política y en su historia social». De ahí el subtítulo del libro, «la tragedia de un pueblo». Según Figes, el gran experimento de «ingeniería social» que erigió el triunfo de la Revolución constituyó a la postre un fracaso horrible «no tanto a causa de la maldad de sus dirigentes, muchos de los cuales lo habían iniciado con los más elevados ideales, sino a causa de que sus ideales eran en sí mismos imposibles.» Para el historiador británico el hecho de que el modelo soviético fracasara no solo en Rusia, sino también en países y regiones tan diferentes como China, el sureste asiático, Europa oriental o Cuba, es una prueba de que el problema tiene más que ver con los principios que con las contingencias.
Aprovechamos la ocasión para recordar a nuestros lectores y lectoras que la exposición «Rusia 1917: revolución y mito político», organizada por la Biblioteca General y de Humanidades de la Universidad de La Laguna permanecerá abierta al público hasta el 8 de noviembre en hall del Aulario de Guajara.
Entre los numerosos valores que este libro nos ofrece, uno especialmente significativo es el recurso al esbozo biográfico de personajes anónimos o poco conocidos que se convierten en emblemas de una situación o encrucijada general. La historia social es, de hecho, el terreno en el que se inserta el estudio del autor, que descansa sobre la tesis de que «el fracaso democrático de Rusia estaba profundamente enraizado en su cultura política y en su historia social». De ahí el subtítulo del libro, «la tragedia de un pueblo». Según Figes, el gran experimento de «ingeniería social» que erigió el triunfo de la Revolución constituyó a la postre un fracaso horrible «no tanto a causa de la maldad de sus dirigentes, muchos de los cuales lo habían iniciado con los más elevados ideales, sino a causa de que sus ideales eran en sí mismos imposibles.» Para el historiador británico el hecho de que el modelo soviético fracasara no solo en Rusia, sino también en países y regiones tan diferentes como China, el sureste asiático, Europa oriental o Cuba, es una prueba de que el problema tiene más que ver con los principios que con las contingencias.
Aprovechamos la ocasión para recordar a nuestros lectores y lectoras que la exposición «Rusia 1917: revolución y mito político», organizada por la Biblioteca General y de Humanidades de la Universidad de La Laguna permanecerá abierta al público hasta el 8 de noviembre en hall del Aulario de Guajara.
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